Muy queridos matrimonios,
En el Colegio Internacional de Florianópolis, en julio pasado, el tema general era el versículo del Evangelio de San Juan que dice: «Sin mi no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Esta afirmacion de Jesús significa para nosotros que, para alcanzar la Vida Eterna, tenemos una necesidad absoluta de estar unidos a Él, porque Él mismo es la vida.
Cuando hablamos de vida eterna, muchos de entre nosotros menean la cabeza con cierto aire de escepticismo, porque lo que nos interesa aquí y ahora no es la vida eternasino esta vida real que estamos viviendo. Para la vida eterna tenemos mucho tiempo, toda la eternidad. De hecho, muchas veces pensamos que la vida eterna – aquella vida que no termina- es una realidad de orden escatológica. Por eso cuando hablamos de la vida eterna, imaginamos la vida después de la muerte. Pero como no tenemos prisa en morir, dejamos siempre para más tarde el pensamiento sobre la vida eterna !
Sin embargo las cosas no son exactamente asi. Cuando Jesús nos dice » sin mi no podéis hacer nada»(Jn 15,5), nos llama la atención sobre esta Hora concreta en la que vivimos y que nos acompaña en el movimiento constante del tiempo que vivimos y recorremos. Aqui y ahora Él nos quiere ofrecer una vida en plenitud para que tengamos fuerza, serenidad y paz durante todo el viaje, que es nuestra vida, semejante al viaje de los apóstoles, cuando, durante la noche atravesaron el mar de Galilea y fueron sorpendidos por una fuerte tormenta.
También hoy nosotros, atravesamos el mar de la vida en medio de una inmensa tempestad que pone en peligro a la familia, a la Iglesia y a toda la humanidad. Tal vez nunca en la historia de la humanidad se ha vivido en medio de tal tempestad, de un huracan como el que amenaza hoy a la Iglesia, a la familia, a las parejas. ¿Cómo hemos de sobrevivir en medio de semejante tempestad tropical? Como San Pedro, ¿cómo podremos caminar sobre las aguas del mar sin hundirnos, a no ser que Jesús nos de su mano?
Por eso el Señor fundó la Iglesia: prometió a San Pedro que las puertas del infierno no tendrían poder sobre Ella; nos dejó los sacramentos que nos curan- el sacerdocio, la penitencia ( sacramento del perdón y de la paz) y la unción de los enfermos; suscitó también en la Iglesia a nuestro Movimiento con sus puntos concretos de esfuerzo que nos ayudan a todos -matrimonios y consiliarios espirituales- a vivir la santitad de nuestros dos sacramentos; nos dejó a Su Madre, Nuestra Señora, como nuestra Madre, la cual en Fátima, hace cien años, dijo a los pastorcillos ( y a nosotros también hoy): » Tendréis que sufrir mucho pero no tengáis miedo : yo seré vuestro consuelo y el camino que os ha de conducir a Dios».
Uno de los puntos concretos de esfuerzo en el que, como sabéis, he insistido siempre, es la oración conyugal. Este año, y como preparación espiritual en pareja para el gran encuentro de Fátima, os invito a recitar el Rosario en vuestra oración conyugal. Nuestra Señora prometió que de la oración del Rosario todos los dias dependía la paz, la paz en el mundo, la paz en las familias, la paz en las parejas y la conversión de los pobres pecadores. Asi pues, la oración del Rosario será para nosotros el medio por el cual podremos, segun la promesa de Nuestra Señora, atravesar con seguridad la gran tempestad tropical que amenaza al mundo y que afecta también a la Iglesia.
P. José Jacinto Ferreira de Farias, scj
Consiliario espiritual del ERI