Muy queridos equipistas:
Compartir con los hermanos del Movimiento en cualquier lugar es siempre una experiencia enriquecedora. Porque, si bien es verdad que nos unen una misma espiritualidad, una misma mística, una misma pedagogía, sin embargo, las particularidades de cada cultura, de cada país o región, generan una inmensa riqueza que se suma al caudal común de todos los equipistas.
El ERI tuvo la oportunidad de vivir la colegialidad y la fraternidad en la pasada reunión de abril en el Líbano. Además de la reunión ordinaria de trabajo, pudimos encontrarnos con matrimonios locales y otros matrimonios de sectores del Medio Oriente (Líbano, Siria, Jordania, Emiratos).
La profunda hospitalidad, la preocupación por cada detalle, la acogida y el calor humano, se desbordaron para nosotros. La riqueza espiritual de creyentes que han sufrido y siguen sufriendo por causa de las ambiciones humanas, se convierte en un continuo aliciente para no dejar los esfuerzos por caminar hacia la santidad. Conocer lo que se ha vivido y se vive en esas regiones, engendra compromisos cada día mayores.
Pensar en las absurdas conductas humanas producidas por unos pocos pero que afectan a tantos, es un motor interior para la revisión constante y profunda del propio proceder. Constatar los estragos de la guerra, de las violencias e injusticias, de los desplazamientos forzados, de la codicia para apoderarse de lugares y cosas, permite examinar la propia vida y preguntarnos sobre lo que es verdaderamente fundamental. Cuántas veces nuestras preocupaciones se desarrollan en intereses y asuntos excesivamente terrenales.
Mirar la historia de la fe, de las creencias, cultos y ritos, del compromiso por el proyecto de Jesús, de los sufrimientos y dolores de tantos hermanos, puede transformarse en estímulo eficaz para dar sentido a lo que vivimos y hacemos. Acercarnos a la realidad del alma humana con sus sombras y desaciertos puede conducirnos a la búsqueda de la claridad del proyecto que Dios quiere realizar en nosotros.
Al expresar mi sentido agradecimiento a quienes nos ofrecieron su afecto, sus hogares, su cálida hospitalidad, su historia y los significativos regalos de su gran generosidad, quiero invitar a todos los equipistas a que nunca perdamos de vista a quienes en el mundo entero sufren y padecen a causa del desbordamiento de las negativas pasiones humanas que hacen olvidar que somos hermanos, que habitamos una casa común y que, al final, nada nos llevaremos. Bendiciones a todos.
Ricardo Londoño Domínguez,
Consiliario Espiritual
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