Muy queridos matrimonios y consiliarios equipistas:
Quiero comenzar mis comunicaciones con ustedes con esta página de saludo.
No puedo ocultar que cuando Clarita y Edgardo, nuestros responsables internacionales, me invitaron a acompañarlos como sacerdote consiliario espiritual en el ERI, experimenté un gran temor y una inmensa duda. No es una tarea fácil. Menos aún, al tener conciencia de mi propia pobreza y debilidad y conocer a tantos hermanos en el ministerio sacerdotal, consiliarios espirituales en el Movimiento, mucho más capacitados y más llenos de santidad y virtudes que yo. Pero, ante una llamada que se me presentó como sugerida en la plegaria y en la apertura al Espíritu, pensé que quienes invitan saben a quién lo hacen. Al consultarlo con mi Obispo, el Cardenal Rubén Salazar G., arzobispo de Bogotá y con el director de la asociación presbiteral de la que hago parte, y al meditarlo en el silencio de mi oración, llegué a la conclusión de que, si es posible servir, ¿por qué no hacerlo?
Lo que puedo ofrecer a quienes me llaman y al Movimiento entero, es mi disponibilidad, mi deseo de ser útil y mi profundo amor a los ENS. Creo en el matrimonio como sacramento de la Iglesia y como camino de santidad; he sido testigo por más de 25 años de la vida matrimonial y el caminar de tantas parejas con quienes comparto en los Equipos; he acompañado a muchos enamorados en el discernimiento de su amor y su decisión de casarse en la Iglesia; he compartido las alegrías y las tristezas, los trabajos, las luchas y los esfuerzos de los cónyuges y las preocupaciones de los padres en la formación de sus hijos; oro con muchos esposos creyentes que anhelan la salvación de los suyos; en fin, he vivido muy cerca del misterio profundo y sagrado de la conyugalidad. Por todo eso, con mi precaria capacidad y mis limitaciones, estoy dispuesto al servicio que se me ha encomendado.
Vivimos un momento de particular sensibilidad en nuestra Iglesia. El papa Francisco nos recuerda continuamente el llamado a la santidad que se nos ha dirigido. El mundo que habitamos nos reclama más y más la coherencia existencial. El matrimonio cristiano como proyecto de vida, nos pide testimonio y credibilidad.
Si estamos convencidos de que el Señor Jesús es el Camino y la Verdad y la Vida; si compartimos la realidad sacramental que nos acompaña desde el bautismo; si creemos en el llamado a ser testigos creíbles del amor en Cristo; si nos anima el deseo de hacer visibles la misericordia y la compasión de Dios; si estamos comprometidos en el cuidado de la casa común que habitamos; si experimentamos que hay una misión a la que debemos responder; entonces, vamos a caminar juntos para que la vida que fluye y la humanidad que compartimos pueda ser cada día algo mejor.
A mis hermanos sacerdotes consiliarios y a los acompañantes espirituales de los equipos quiero pedirles su comprensión y apoyo. Hemos sido invitados a acompañar, animar y servir a las parejas de nuestros equipos y la gracia del Señor fortalece nuestra disponibilidad. Que podamos ser verdaderos testigos del amor de Dios y caminantes que compartimos las exigencias de ser parte de un Movimiento que nos ofrece los medios de santificación y la vivencia de nuestro ministerio.
A los matrimonios que han optado por ser parte de los ENS, les reitero mi anhelo de servicio. Los animo a continuar en ese hermoso camino de santidad, aprovechando los medios concretos de esfuerzo como propuesta de ayuda eficaz para “progresar con seguridad en la vida conyugal por el camino de la Iglesia”, como nos decía el papa Francisco. A los viudos que continúan el camino al interior de los equipos, les agradezco el testimonio que siguen ofreciendo de hacer comunidad con los hermanos.
A todos, mi fraterno abrazo, mi afecto y mi disponibilidad.
Ricardo Londoño Domínguez, Consiliario