Los hijos de la Iglesia, discípulos de Jesús, nos disponemos a iniciar el tiempo de Cuaresma. Serán unos días en los que estamos convocados a aceptar el llamado: “metanoeite” (convertíos). La verdadera conversión ha de ser un cambio de mentalidad, un cambio de pensamiento, un cambio de actitudes y comportamientos.
Una verdadera Cuaresma ha de conducirnos hacia la Pascua para llegar “transformados”. Para recorrer el sendero cuaresmal hemos de mirar nuestra relación con Dios, nuestra relación con los demás y nuestra vida personal. Se nos invita a acrecentar nuestra vida de caridad (limosna), nuestra vida de comunión con Dios (oración) y nuestro esfuerzo personal (ayuno).
Es un tiempo especial para revisar nuestra vida de respuesta al amor misericordioso de Dios. Es poder reconocer la propia debilidad, la propia flaqueza, el propio pecado. Reconocer la necesidad de que algo nuevo ha de surgir para adecuar nuestra vida al proyecto del Reino. Comprender la importancia de ejercitarnos en el espíritu para adecuar nuestra existencia a la de Jesús.
Dejémonos conducir por el camino eclesial de la reconciliación y la penitencia, de la aceptación de la Gracia y el perdón. Que lleguemos a la celebración del Misterio Pascual con un espíritu verdaderamente renovado.
P. Ricardo Londoño Domínguez,
Consejero Espiritual del ERI