Queridos amigos,
Os saludo cordialmente, deseando de todo corazón que este mensaje os encuentre a todos bien, ocupados en vuestras diversas actividades, en las que buscáis cumplir, como matrimonio y como familia, la voluntad de Dios, que pensó en cada uno de vosotros desde toda la eternidad. Es verdaderamente confortante para nosotros esta mirada de fe que nos enseña que el pensamiento y el amor de Dios nos preceden.
Hoy en día es muy problemático hablar del amor, una palabra que está quedando vacía de su significado dinámico y original. Pero nosotros queremos tener la osadía de seguir insistiendo en ello, sobre todo en el contexto de nuestra vocación esponsal y conyugal. Benedicto XVI nos recuerda que estamos salvados, no por la ciencia, sino por el amor (cf. Spe Salvi 26), el amor que nos precede y que encuentra en el Corazón de Jesús su más sublime expresión (cf. Spe Salvi, 27).
En la literatura poética y la tradición mística se habla de la herida de amor. Esto significa que hay una relación profunda y misteriosa entre sufrir y amar. De hecho, sufrir sin amor conduce a la frustración y la desesperación; pero amar sin sufrimiento no es más que la explotación del otro reduciéndolo a un objeto de placer. El amor que nos salva, y que se aprende en la escuela del Corazón de Jesús herido de amor, es el amor oblativo, el amor que se manifiesta en la fidelidad y la disponibilidad a entregarse al otro hasta el punto de ser capaz de dar la vida por él.
Debemos preguntarnos el motivo por el cual amamos o queremos bien a alguien: ¿porque somos buenos o porque los otros poseen una bondad que nos atrae?
El amor evoca la inclinación hacia el otro que nos atrae por su bondad. Así debemos estar atentos para reconocer la bondad de los demás y tratar de respetarla, y es en este sentido en el que se manifiesta el amor, a través del cual queremos el bien del otro a causa del bien que alberga en sí mismo.
El Papa Francisco dedica dos números de Lumen fidei al matrimonio y la familia, en la que nos dice que la relación esponsal tiene mucha similitud con la dinámica de la fe:
«el hombre y la mujer se pueden prometer amor mutuo en un gesto que compromete toda su vida y recuerda muchos aspectos de la fe: prometer un amor que dure para siempre es posible cuando se descubre un designio mayor que los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite dar todo el futuro a la persona amada.» (Lumen Fidei 52).
Vivimos en una época en la que parece que estas palabras no encuentran aplicación, porque hoy las personas tienen dificultad de comprometerse en una relación para toda la vida, hasta que la muerte los separe; hoy en día, se tiene miedo o se siente uno incapaz de «darle todo el futuro a la persona amada». Pero Jesús nos dice que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios, y es desde esta posibilidad divina, que es la gracia del sacramento del matrimonio, desde la cual los matrimonios cristianos son enviados a dar testimonio; a dar testimonio de la alegría del don del futuro a la persona amada, la donación que realmente salva. Ser testigos de esta alegría es la misión y el carisma de nuestro Movimiento.
Os saludo cordialmente y con la amistad en el Señor, implorando para todos vosotros la abundancia de gracias y bendiciones de Dios.
P. José Jacinto Ferreira de Farias, scj
Consiliario Espiritual del ERI