Muy queridos equipistas:
Nos encontramos en plena celebración del año santo de la Misericordia que el Papa Francisco ha propuesto oportunamente a toda la Iglesia.
Como bien sabéis, no es la primera vez en la historia que la Iglesia recuerda a sus hijos la Misericordia de Dios. Hacia finales del siglo XVII Santa Margarita María de Alacoque recibió la revelación del Sagrado Corazón de Jesús : pleno de bondad y de Misericordia por el pecador, Él llama a la reparación, es decir a reconocer que existimos porque un Amor nos precede. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús data de ese momento, con la práctica durante nueve meses sucesivos, todos los primeros viernes del mes, de la confesión, la comunión reparadora y la adoración eucarística durante 30 minutos ; esto imprimió un ritmo intenso de renovación que marcó a la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II. Hacia mediados del siglo XX, Santa Faustina Kowalska transmitió a la Iglesia la espiritualidad de la Misericordia, que retomó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, pero bajo la forma del Señor resucitado. Se trata de una espiritualidad muy sencilla, al igual que la del Sagrado Corazón de Jesús : el rosario de la Misericordia a las 3 p.m., en memoria de la Pasión del Señor, y la celebración del día de la Misericordia, el segundo domingo de pascua, que San Juan Pablo II instituyó, según las recomendaciones de Santa Faustina.
Atento a los tiempos difíciles que se vivían entonces, San Juan Pablo II publicó su encíclica « Dives in Misericordia » (30.11.1980) en la cual recuerda al mundo cristiano que la Misericordia es un atributo divino : Dios es compasión, se conmueve, está lleno de compasión ante el estado del hombre que se siente desdichado, miserable y despreciado. Aún en esta condición, Dios no abandona al hombre, creado a su imagen semejanza y por el cual envió a su Hijo, quien lo amó hasta la última gota de su sangre. « No hay amor más grande que dar su vida por quienes uno ama ». (Jn 15,13).
El Papa Francisco hace de la Misericordia el hilo conductor de su pontificado y no cesa de insistir en el atributo divino : Dios no abandona al hombre, el hombre pecador, frecuentemente presa de sentimientos de maldad, de miseria (material, moral y espiritual) juzgándose despreciable e indigno de ser amado.
Pero todo eso se traduce en la vida. No basta con reflexionar sobre la condición del hombre pecador; es necesario vivir y celebrar. Es por esto, según el magisterio de los Papas recientes, que se debe revitalizar entre los cristianos la práctica de la confesión sacramental: debemos escuchar la palabra eficaz del perdón que es mucho más que la desculpabilización. El perdón es un signo del amor que no abandona al ser bien amado; es querer el bien del otro por lo que es y no por lo que él nos puede dar, sobre todo cuando piensa que no vale nada y que no es digno de ser amado, como el joven de la parábola del hijo pródigo. (Lc 15).
Muy queridos matrimonios, os invito a practicar esos sentimientos de Misericordia entre vosotros, sobre todo en el diálogo conyugal, bien preparado por la oración personal y conyugal. Debéis amaros los unos a los otros en un amor puro y casto, buscando el bien del otro por lo que es y no por lo que puede dar. Y no perdáis la oportunidad de hacer una buena confesión, aprovechando, por ejemplo, el retiro anual, que es muy importante para volver a encontrar el ambiente espiritual propicio a escuchar en el silencio, el misterio del amor y de la Misericordia, la palabra del perdón que cura las heridas del corazón y no deja cicatrices. Que el Señor os bendiga y os proteja.
P. José Jacinto Ferreira de Farias, scj
Conseiller Spirituel de l’ERI
→ ¡Qué ejemplo tan maravilloso de fe Cristiana tenemos en el Papa Francisco!