Carta de Julio 2017

Pére Jacinto Farias

Muy queridas parejas

Uno de los temas de estudio al interior de nuestro Movimiento es el lugar del Consiliario Espiritual en los Equipos de Nuestra Señora. Esta reflexión es pertinente a causa de la falta de sacerdotes que puedan prestar ese servicio, algo que es más sensible en algunas regiones y súper regiones con respecto a la relación entre los dos sacramentos, el del Orden y el Matrimonio, uno de los principios más originales en la espiritualidad cristiana contemporánea. Es para ayudaros en el discernimiento de qué se debe hacer en los casos en los que la falta de sacerdotes es cada vez más dramática, que hoy quiero llamar vuestra atención sobre la riqueza que representa esa relación espiritual de los dos sacramentos en la mística de nuestro Movimiento. Esta es una realidad tanto para las parejas como para los Consiliarios Espirituales.

¿Qué aportan las parejas al Consiliario Espiritual? El don más bello que las parejas dan al Consiliario Espiritual es la posibilidad de compartir en un clima de oración y amistad espiritual la vida concreta de las parejas y las familias, lo que contribuye a la encarnación y a la humanización del ministerio sacerdotal. La fecundidad del amor conyugal manifestada por los hijos y por el compromiso apostólico de la pareja y de la familia ayudan al consiliario espiritual a percibir que su celibato debe ser fecundo también, en la alegría y el entusiasmo de su consagración sacerdotal. Por su parte, las parejas aprenden con su Consiliario Espiritual toda la riqueza del ministerio sacerdotal, en el cual él representa a Cristo en su relación esponsal con la Iglesia: Cristo y la Iglesia, el esposo y la esposa, éste es el misterio que se vuelve presencia efectiva en el Equipo. El Equipo se construye sobre la base de estos dos sacramentos que ponen en evidencia el mismo misterio, o sea, la relación entre Cristo y la Iglesia. En el matrimonio sacramental, el esposo representa a Cristo y la esposa representa a la Iglesia. Pero hay todavía algo más profundo: el enlace eucarístico que une a los dos sacramentos. Cuando el sacerdote dice en la consagración: Este es mi cuerpo entregado….esta es mi sangre derramada – hace suyas esas palabras de tal manera que él mismo se convierte en cuerpo entregado—esta es mi sangre derramada por la Iglesia, por los otros, por el Equipo. Pero de su lado, cuando los novios, en la celebración de su matrimonio intercambian el consentimiento por el cual se aceptan y se prometen ser fieles durante toda la vida, pronuncian palabras semejantes a las de la fórmula eucarística: yo soy para ti un cuerpo entregado, una sangre derramada; ya no me pertenezco a mí mismo sino a ti y para siempre, con un amor que es más fuerte que la muerte. El misterio eucarístico ilumina tanto el sacramento del Orden como el del Matrimonio; los dos se vuelven expresión viva y eficaz de un amor pleno, exclusivo y total de los cónyuges entre ellos y de los sacerdotes ante los demás.

Esta es queridas parejas, la relación armoniosa y profunda que estos grandes sacramentos tienen entre ellos: la Eucaristía, el Orden y el Matrimonio. Pero el secreto y la fuerza para vivir este ideal de santidad vienen de otras instancias, esto es del sacramento del perdón y de una vida intensa de oración tanto personal como comunitaria o conyugal.

Este es el gran misterio que celebramos y vemos en la relación de los dos sacramentos al interior de nuestros Equipos. Este es el patrimonio espiritual que guardamos vivo en el carisma y la espiritualidad de nuestro Movimiento. La presencia del Consiliario Espiritual no puede ser dejada en un segundo lugar ni siquiera aún en la situación actual con la falta de sacerdotes vivida en algunas regiones. No debemos perder la riqueza con la cual la Divina Providencia ha dotado a la Iglesia. Antes, queríamos vivir la santidad en pareja unida por el sacramento del matrimonio. Hoy, hay muchos que no creen en el matrimonio, menos aún en el sacramento. Y es por esto que el carisma y la misión de los Equipos de Nuestra Señora en la Iglesia y en el mundo son mucho más actuales hoy que nunca. Coloquémonos a la altura de las exigencias de la sociedad actual. Yo os invito a reflexionar sobre este teme durante el « deber de sentarse » y que también sea el tema de vuestra oración conyugal.

Os doy mi bendición y os llevo a todos en mi corazón sacerdotal.

P. José Jacinto Ferreira de Farias, scj


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