Carta de Enero 2016

Pére Jacinto Farias

Muy queridos equipistas,

En el contexto providencial que vivimos, marcado por el recuerdo de la conclusión del Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, hace cincuenta años, y además por la proximidad del Sínodo de los Obispos sobre la familia, quisiera, en esta carta, compartir con vosotros  la esperanza que nuestro Movimiento me da para el futuro de la familia cristiana en la Iglesia y en la sociedad de nuestros tiempos, e invitaros vivamente a la fidelidad a nuestro carisma y misión en la Iglesia, más actual aún, hoy, que hace 68 años.

Así como  en  otro contexto histórico, los tiempos actuales, aún a nivel global, nos interpelan a vivir con valentía y esperanza lo que somos, a vivir nuestra misión  esponsal con alegría, como nos invita el Papa Francisco, yo os invito a no olvidar la dignidad a la cual hemos sido llamados a vivir, cada uno según su estado de vida, a tres niveles.

No olvidemos nuestra dignidad de personas creadas a imagen y semejanza de Dios, realidad que no es del todo evidente para muchos de nuestros contemporáneos , más preocupados por la ecología de la naturaleza y del mundo,  y menos  por la ecología  humana,  como nos lo recuerda el Papa Francisco en su reciente encíclica Lodato si !

No olvidemos nuestra dignidad de hijos de Dios por el bautismo, participantes de la naturaleza divina y llamados a la santidad, a la perfección de la verdad, de la libertad y del amor, que es posible adquirir solamente en Dios, como un don y una gracia que humildemente debemos pedir.

No olvidemos nuestra dignidad esponsal, como nos lo enseña San Juan Paulo II en su teología del cuerpo. En vuestro caso, como parejas, debéis vivir vuestro amor conyugal en el Señor, según el pensamiento del apóstol San Pablo (cf. 1 Cor 7,39). Yo os recomiendo la lectura y meditación en pareja de ese Capítulo a los Corintios, sobre todo los primeros versos  (1Cor 7,1-8), donde San Pablo habla del deber conyugal. Vivid castamente vuestro amor conyugal, el cual se nutre porque el amor necesita ser alimentado, de la frecuencia de tres mesas o altares: la mesa eucarística, la mesa de la comida fraternal; y la mesa o altar donde se celebra el amor casto y puro de los esposos que se aman en el Señor y cuyo amor ha sido bendecido por el Señor y la Iglesia   en el Sacramento del matrimonio.   Por el sacramento del matrimonio, el marido representa a Cristo que ama a la Iglesia y se entrega muriendo de amor por ella, y la esposa representa a la Iglesia que acoge el amor de su esposo, siendo sumisa a él. La obediencia y la sumisión son posibles solamente las personas que se aman verdaderamente. Es por esto que la regla de oro de la relación y del amor conyugal es el  perdón, que es la forma más perfecta de la donación, la perfección del don.

Yo no sé, queridos equipistas, si esto que acabo de compartir con vosotros  es evidente para todos. En todo caso, os invito a reflexionar sobre ello en el diálogo conyugal, en la oración y en el deber de sentarse. Respetad escrupulosamente los puntos concretos de esfuerzo, ¡los cuales, por ser tan simples, no son fáciles!

Os saludo cordialmente con toda mi amistad sacerdotal e invoco para vosotros la bendición del Señor, que os proteja y acompañe por siempre.

José Jacinto Ferreira de Farías, sij
Consiliario espiritual  del ERI


→ Leer Correo del ERI

Edgardo y Clarita Bernal, Matrimonio ERI – Coordinador Equipos Satélites