Muy queridos matrimonios
El Papa Francisco publicó recientemente una carta apostólica bajo la forma de « motu propio », dirigida a los Obispos, en la cual les recuerda que es necesario aprender a decir « adiós ». El Papa se refería a la renuncia a la cual están invitados todos los obispos, cuando alcanzan la edad de 75 años. Después de una vida dedicada al servicio de la Iglesia con las más altas responsabilidades, los obispos necesitan descansar y preparar, según la expresión de Benedicto XVI, el «último viaje».
Después de seis largos años al servicio de nuestro Movimiento como Consiliario Espiritual del ERI (Equipo Responsable Internacional), yo también estoy invitado a « aprender a decir adiós». Al principio, esto me parecía casi una eternidad; ahora, después de seis años, me parece que el tiempo ha pasado tan rápidamente, como si fuese ayer.
Es cierto que todavía la hora propiamente dicha de la « despedida » no ha llegado todavía; será al final del Gran Encuentro de Fátima en julio próximo. Hoy, se trata solamente de decir « adiós » a todas las queridas parejas. Quiero agradeceros por vuestra lectura atenta de mis cartas durante estos seis años. Para mí ha sido muy gratificante escuchar vuestras opiniones durante los Colegios o en otras circunstancias: « ¡Ahora podemos conocerle personalmente además de las cartas!» Me habéis dado el impulso para continuar en este servicio de animación, de confirmar los hermanos en la fe y en el entusiasmo de vivir la santidad del sacramento del matrimonio, en pareja y en familia.
Como bien sabéis, no he hecho otra cosa sino exhortaros a ser fieles a la mística y a la pedagogía de nuestro Movimiento; a la fidelidad a los puntos concretos de esfuerzo, con una insistencia particular sobre dos de ellos: la oración conyugal y el deber de sentarse. Asociados a los otros, estos dos puntos concretos de esfuerzo son igualmente indispensables, porque si no sois capaces de orar juntos ¿cómo vais a vivir vuestro matrimonio a la luz de la fe? El deber de sentarse en presencia de Dios y en un clima de oración ayuda a la pareja a centrar su vida en Cristo, que es la razón de ser del cristiano que vive su unión conyugal en el Señor. Y la misión para la cual hoy los matrimonios son especialmente convocados, si no irradia el testimonio de una vivencia de santidad como matrimonio y familia, no será nada!
Si al comienzo, el deseo de las parejas fundadoras y del Padre Caffarel, era buscar cómo vivir la santidad en pareja y en familia, hoy ese deseo se convierte en misión: proclamar, por la palabra y el testimonio, que vale la pena vivir el ideal del matrimonio cristiano, pues será él, el que como fermento, salvará al mundo del caos en el que se encuentra hoy. No hay esperanza para el mundo, sin el fermento, sin la presencia de la familia cristiana.
Este es mi testamento, mi deseo más fuerte para todos vosotros. Que el Señor que os unió por el sacramento del matrimonio os bendiga y os proteja. Que el Corazón Inmaculado de María sea vuestro refugio y el camino que os conduzca a Dios. En julio próximo, iremos a Fátima para el Gran Encuentro y pediremos a nuestra madre María su protección maternal para nuestro Movimiento y para cada uno de vosotros en particular. ¡Os llevo a todos en mi corazón y en mi oración sacerdotal!
P. José Jacinto Ferreira de Farias, scj
Consiliario Espiritual del ERI